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domingo, 2 de mayo de 2021

El acorazado Pelayo

Adquiera la escena en lámina u óleo.


El acorazado Pelayo

El Pelayo fue el buque más poderoso del siglo XIX español y era un acorazado pre-dreadnought diseñado y construido para la Armada Española en Francia, según el esquema de la clase Marceau. Fue entregado a la Armada en 1888, desplazaba casi 10.000 toneladas y estaba concebido para permitirle el paso por el Canal de Suez.

Su casco de acero estaba protegido por un sólido cinturón blindado, constando su artillería principal de dos cañones de 320 mm instalados a proa y a popa, que se completaban con otros dos cañones de 280 mm sobre plataformas laterales centradas en las bandas de babor y estribor. Este poderoso armamento era acompañado por un cañón de 160 m, doce cañones de 120 mm, cinco cañones de 57 mm, trece cañones de 37 mm, cuatro ametralladoras y siete tubos lanzatorpedos. Esta bestia de los mares incorporaba además una estación de telegrafía sin hilos, un hito tecnológico verdaderamente revolucionario para la época.

Tras los acontecimientos que desembocaron en la guerra hispano-estadounidense de 1898, el Pelayo fue asignado a la segunda División de la Escuadra de Reserva en Cádiz, al mando del contraalmirante Manuel de la Cámara, con la misión de acosar a las fuerzas navales y el tráfico marítimo estadounidense en el Atlántico Norte. Sin embargo, la victoria norteamericana de la bahía de Cavite, forzó al gobierno a mandarlo hacia Filipinas formando escuadra junto al crucero acorazado Carlos V, tres destructores, dos cruceros auxiliares y dos cañoneros. No obstante, la ruta elegida a través de Suez convirtió al canal de este nombre en una ratonera para la Escuadra de Cámara, pues maniobras dilatorias británicas la mantuvieron retenida allí hasta que tuvo lugar el desastre de Santiago de Cuba. Finalmente, ya en aguas del Mar Rojo y como consecuencia de la destrucción de la Escuadra del Almirante Cervera, se le ordenó el inmediato regreso a la península.

Tras la guerra hispano-estadounidense el Pelayo siguió prestando numerosos servicios a la Armada, sufriendo diversas reformas y vicisitudes hasta el 1 de agosto de 1924, fecha en que fue dado de baja.


Nuestra pintura naval

Hemos pintado una escena imaginaria que representa a la escuadra del Contralmirante Cámara detenida en Suez. En primer plano y encabezando la expedición naval española, el poderoso Pelayo; detrás, el no menos imponente crucero acorazado Carlos V; algo más al fondo, uno de los cruceros auxiliares que formaban parte de la fuerza expedicionaria. En suma, una muestra de una potente escuadra cuya cita con la Historia estuvo muy por debajo de sus posibilidades y de su potencial de combate. Sin embargo, esperamos que esta pintura contribuya, aunque sea mínimamente, a desmontar el mito de una marina de guerra española constituida, en aquellos años decisivos, por una colección de antiguallas navales sin valor militar alguno.


Fuentes


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sábado, 17 de abril de 2021

La Armada española de ultramar

Adquiera la escena en lámina u óleo.


La Armada Española a fines del siglo XIX

Durante la segunda mitad del siglo XIX los progresos en el diseño y construcción de los buques de guerra fueron realmente espectaculares. En apenas cuarenta años, los desarrollos industriales y armamentísticos experimentados en relación a la potencia naval hicieron surgir buques tan imponentes -y caros- como el acorazado Pre-dreadnought. La potencia de fuego y protección de estos monstruos del mar hacían inservibles los barcos que hasta entonces constituían el núcleo de las marinas de guerra, por lo que se desató una vertiginosa carrera para lograr la supremacía naval sobre la base de estos nuevos buques.

Tristemente para España, semejante competición exigía unos recursos financieros e industriales que no estaban al alcance de nuestra Patria. Es cierto que nuestro país hizo grandes esfuerzos para hacerse con uno de estos gigantes, y el acorazado "Pelayo" es el único y solitario ejemplo de ello. En su defecto se construyeron diversos buques alternativos, más económicos pero de menor poder y capacidad de supervivencia como los cruceros acorazados y cruceros protegidos.

En breve iba a quedar claro en el singular duelo naval de Santiago de Cuba qué tipo de buque prevalecería, porque en aquella aciaga jornada del 3 de julio de 1898 sería manifiesto por quién doblaban las campanas: la flota de los EEUU, compuesta por 4 acorazados, 2 cruceros acorazados, 1 cañonero y 3 cruceros auxiliares propinaría una soberana paliza a la escuadra española carente de acorazados del Almirante Cervera, hundiéndole 4 cruceros acorazados y 2 contratorpederos, con 343 muertos, 151 heridos y 1889 prisioneros, por sólo 1 muerto y 2 heridos del lado estadounidense.

Nuestra pintura naval

Hemos pintado una escena imaginaria que representa unos barcos típicos de la marina colonial española de finales del XIX. En primer plano aparece fondeado un crucero desprotegido del tipo Reina Cristina, con su casco pintado de blanco tropical, como correspondía a los buques de ultramar; algo más al fondo asoma la proa de un crucero protegido de la clase Reina Regente. El lugar de fondeo bien pudiéramos situarlo en uno de los puertos españoles del caribe.

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viernes, 15 de enero de 2021

Clase Reina Cristina

Adquiera la escena en lámina u óleo.


Los cruceros desprotegidos clase "María Cristina"

Los cruceros desprotegidos de clase María Cristina fueron una serie de tres cruceros de la Armada Española de la última década del siglo XIX. Construidos en los astilleros del El Ferrol y Cartagena entre 1891 y 1892, respondían a un concepto de buque que, si bien no era infrecuente en el resto de marinas coloniales europeas, obedecía a un patrón completamente superado, tal y como comprobarían en sus propias carnes pocos años después en Cavite y Santiago de Cuba.

Los tres buques de la serie, esto es, el Reina Cristina, el Alfonso XII y el Reina Mercedes estaban construidos en casco de acero y tenían propulsión mixta vela-vapor, aunque sus calderas dieron constantes problemas que nunca fueron superados. Ninguno de ellos prolongó sus servicios a la Armada más allá de una década, y dos de ellos, el Reina Cristina y el Reina Mercedes fueron hundidos en las aciagas jornadas de Santiago y Cavite: el primero, buque insignia de la Escuadra de Filipinas al mando del contralmirante Montojo, fue hundido en mayo de 1898 por los disparos de la marina estadounidense en la batalla de Cavite; el segundo fue hundido por su tripulación en Santiago de Cuba en julio del mismo año, para obstruir el canal de acceso a la bahía de Santiago e impedir la entrada de la escuadra del almirante Sampson; por último, el Alfonso XII, aunque estaba en La Habana no participó en la guerra hispano-norteamericana por estar en reparaciones, siendo finalmente baja en el año 1900.

Nuestra pintura naval

Hemos pintado el crucero desprotegido Reina Cristina flanqueando por estribor el Castillo del Morro de La Habana. El casco va pintado de blanco tropical, como correspondía a los buques destinados en aquellas aguas.

Proceso de elaboración

La primera operación artística ha sido la realización del boceto correspondiente a la escena a representar. A partir de aquí hemos desarrollando y contextualizando la pintura, primero en blanco y negro, hasta tener los volúmenes y tonalidades suficientemente avanzados para, después, en fases posteriores, ir aplicando color y redimensionando aspectos de la escena como el paisaje del fondo, que hemos alejado un poco para no quitar protagonismo al buque.

En la galería inferior de imágenes se expone secuencialmente -de izquierda a derecha y de arriba a abajo- el proceso creativo, desde el boceto preliminar hasta el cuadro finalizado.





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